El chico que no tenía alma

El chico que no tenía alma vagaba sólo por la calles de aquella inmortal ciudad. Buscaba aquello que le faltaba, aquello que le fue arrebatado. Le preguntó a la vieja sabia: "¿Dónde puedo encontrar aquello que me falta?" La vieja lo miró con esa sonrisa suya que siempre sabía, pero que casi nunca soltaba prenda. "Deberá estar en los rascacielos, con tan altos que dentro suyo estará lo que necesito; pero en su interior sólo había criaturas cómo él, sin alma, pero con un agujero negro allí donde el chico sin alma simplemente tenía un agujero con forma de corazón, vestidos con mentiras, avaricia y codicia. Había esclavos con alma que vaciaban carretillas llenas de papel verde en esos agujeros, sin llenarlos. "¿Por qué harán eso?", pensó el chico sin alma, "llevan grilletes, pero no se los intentan quitar". El chico sin alma miró a su alrededor, y una de las criaturas sin corazón le ofreció unos bonitos grilletes dorados, preguntando a la criatura sin corazón si aquello era un alma. "No, pero es parecido, ponte estas pulseras y brazaletes y la gente te dirá:¡Mira a ese chico con alma, ojalá tuviera yo un alma cómo esa!".

 Pero el chico que no tenía alma no quería aquel regalo, era feo y parecía quitar más de lo que daba. Salió del alto edificio corrió de vuelta a la noche de la inmortal ciudad, en busca de su alma.