Casi a diario y por desgracia
veo carrozas fúnebres,
tristes, mensajeras de la muerte,
dejando a su paso lágrimas por los caídos;
carrozas donde llevan a los árboles,
mis preciosos árboles,
extraídos brutalmente,
arrancando sus raíces
dejando un triste rastro
de destrucción, horror y desolación,
de tocones que son el recuerdo de los verdaderos reyes.
pero lo raro es que no veo cortejo,
no veo a nadie llorando
ni con el corazón constreñido.
Pero sí que oigo el llanto de las aves y de las ardillas,
de los ríos y del viento,
que susurrando me cuentan un mal porvenir
para la especie humana,
que forja con sangre y fuego
la cerradura de su ataúd de gas;
para llorar, por siempre jamás,
el recuerdo del tesoro que no quiso disfrutar,
ni supo preservar;
no de monedas, no de metales ni de piedras guardadas
en el fondo de una caja;
sino de verdes esmeraldas y escamas de plata,
ríos de espejo, fortalezas de ramas,
nidos de belleza, refugios de vida,
joyas que brillaban
con la luz de mil estrellas .
Llora la humanidad por ese planeta que no supo conservar,
por ese camino que prefirió destrozar
antes que andar;
por esa botella, vacía de alcohol
que asesinó aquel vergel,
nuestro vergel,
lleno de verdor.
Llora, por siempre jamás, por el tesoro que no supo conservar.
veo carrozas fúnebres,
tristes, mensajeras de la muerte,
dejando a su paso lágrimas por los caídos;
carrozas donde llevan a los árboles,
mis preciosos árboles,
extraídos brutalmente,
arrancando sus raíces
dejando un triste rastro
de destrucción, horror y desolación,
de tocones que son el recuerdo de los verdaderos reyes.

no veo a nadie llorando
ni con el corazón constreñido.
Pero sí que oigo el llanto de las aves y de las ardillas,
de los ríos y del viento,
que susurrando me cuentan un mal porvenir
para la especie humana,
que forja con sangre y fuego
la cerradura de su ataúd de gas;
para llorar, por siempre jamás,
el recuerdo del tesoro que no quiso disfrutar,
ni supo preservar;
no de monedas, no de metales ni de piedras guardadas
en el fondo de una caja;
sino de verdes esmeraldas y escamas de plata,
ríos de espejo, fortalezas de ramas,

joyas que brillaban
con la luz de mil estrellas .
Llora la humanidad por ese planeta que no supo conservar,
por ese camino que prefirió destrozar
antes que andar;
por esa botella, vacía de alcohol
que asesinó aquel vergel,
nuestro vergel,
lleno de verdor.
Llora, por siempre jamás, por el tesoro que no supo conservar.
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