Cap. IV

El chico que no tenía alma seguía andando por las calles de la ciudad inexistente en busca de un alma, serpenteaba por callejuelas negras, de sombras definidas por tenues lineas de luz. Vagaba por anchas avenidas llenas de almas podridas, en cuyas manos portaban bolsas llenas de cosas aparentemente bellas; pero en sus mentes el chico que no tenía alma sólo veía desiertos pálidos y en ellos, un jardinero vestido de blanco que segaba, con una negra cosechadora oxidada, cualquier pequeño brote verde que crecía en aquellos páramos."¿Por qué será así?", se preguntaba el chico que no tenía alma, y decidido a saberlo, se acercó a una de aquellas personas y le preguntó con curiosidad, "Perdone pero ¿Qué lleva en esas bolsas?". La desconcertante respuesta de aquella persona desconcertó profundamente al chico que no tenía alma. "¿Y que se consigue con eso?" Preguntó inquisitivo el chico que no tenía alma, por si acaso el adquirir aquellos objetos ayudaba a conseguir un alma.
La mirada de aquella persona fue bastante intimidante y estaba cargado de un profundo sentido que expresaba incredulidad por lo que oían sus oídos; pero tras un momento de reflexión, vio el chico sin alma que un pequeño brote verde no podía ser cortado por el segador blanco, que intentaba con diversas herramientas, cada cual más abominable que la anterior, segar ese brote de tan delicada apariencia.
La persona abría y cerraba la boca sin parar, buscando una respuesta en todos los rincones de su mente, pero se dio cuenta de que el blanco segador, cuya apariencia era cada vez más enfermiza; había tornado lo que parecía antaño vergel radiante en baldío desierto.
En ese momento sus ojos tornaron del desconcierto al horror y, con un grito ahogado, la persona corrió allá donde dirigiérase en principio.
Pero un momento antes de huir, el chico que no tenía alma vio como ese pequeño y resistente brote hizo que otros similares germinaran en la mente del individuo, pese a los esfuerzos del cruel jardinero. "Muchos de aquellos brotes murieron", pensó el chico que no tenía alma, "pero otros muchos les sobrevivieron, y seguro que habrá muchos más."

Y el chico que no tenía alma retornó a las calles de la ciudad inexistente, dispuesto a continuar con la búsqueda de un alma.

2 comentarios:

  1. El chico que no tenía alma me gusta, aunque veo que va a ser difícil que encuentre una.
    La anterior entrada me encantó especialmente.
    Con respecto a lo de las sugerencias y cambios, te envio un e-mail si te parece :)
    (no sé por qué pero tu personaje me recuerda un poco al Principito)

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  2. Gracias por tu comentario.
    La verdad es que en cuanto a sugerencias, siempre estoy agradecido de recibirlas y por mí o te cortes en absoluto; lo del medio, como tu prefieras!
    Y la verdad es que nunca leí el Principito ya que de pequeño pensaba que era un libro para mayores y de mayor pensaba que era un libro para pequeños; y si mi escritura es similar, pues no me lo leeré ya que me aterra la idea de que mis letras sean copia de algún otro...

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